LOS PELIGROS QUE ACECHAN A LA TABACALERA

Por el tiempo que tuvimos, y el que tendremos

No somos un ovni en barrio ajeno

 

Dejadnos atravesar el viento sin documentos.
Lo haremos por el tiempo que tuvimos.
Porque no queda salida,
porque pareciamos dormidxs (y despertamos),
porque buscando la vida
estaremos todas las sonrisas.

 

El espacio más grande del barrio de Lavapiés está en peligro de convertirse en una amenaza más en el ciclo turistizador: La llegada de un enorme museo de una fundación privada de Miami. La Fundación Fontanals Cisneros.

 

La Tabacalera de Lavapiés es un edificio enorme en un barrio lleno de casas pequeñas, pero no sólo. Es también todo lo que se ha vivido y se vive dentro y fuera de sus cuatro paredes y una gran oportunidad: en sus ocho años de vida como centro social y cultural autogestionado es la mayor obra de arte que ha tenido lugar en Madrid, una realidad de cooperación y autogestión que ha trascendido lo que se puede llegar a entender como una acción artística temporal al uso. Cientos de colectivos, miles de actividades, millones de personas autoconstruyendo espacio, cultura libre y cooperación. Las experiencias vividas en sus diferentes ciclos y relatos posibles suponen ilimitadas formas de expresión humana, una forma novedosa de institución pública no dirigida que multiplica la diversidad y la capacidad de expresión y organización de todas las personas. TBC CSA reproduce un lugar de experiencia democrática abierto, nuevo y cambiante.

Las artes vivas eran esto y en los museos aún no lo saben: el CSA está vivo y reclama su autonomía y su permanencia indefinida en permanente cambio, según las reglas que se compongan dentro del marco de la cooperación y la diversidad, del ecofeminismo y el apoyo mutuo.

 

Como venimos contando la relación del Centro Social Autogestionado la Tabacalera de Lavapiés con el proyecto/proceso del ministerio de cultura “Tabacalera 2020” es compleja y han sido varios los encuentros que hemos mantenido con el poder público.

 

En los estertores del gobierno saliente desde el CSA habíamos conseguido algunas cuestiones en esa negociación donde la administración se emperraba en sólo discutir desde el pico y la pala, la escuadra y cartabón del reparto de tierras para los colectivos que conformamos CSA. Por su parte, el CSA, buscaba la visión de conjunto, un debate socio-cultural y artístico contextualizado en la ciudad entendiendo la posibilidad de una oportunidad para el barrio de Lavapiés, amenazado de muerte en sus formas de vida y en la expulsión de sus habitantes.

 

Tras 6 meses de negociaciones previas sin nuestra presencia, conseguimos tener voz en las reuniones, nunca públicas, sin actas y con falta de presencia de agentes claves como el propio ayuntamiento y las vecinas de Madrid. De nuevo la Corte sin la Villa.

 

Como villanas conseguimos defender la mayoría de los espacios del CSA que son parte de nuestra identidad y están abiertos a todas las personas. En la propuesta original transferían el control de estos espacios al Museo Reina Sofía. Por suerte se estableció una vía de reflexión en la que se reconoció la prevalencia del bien común que es TBC CSA.

 

En este devenir, no se aceptaron propuestas y temas tan importantes para nuestra salvaguarda y vida propia como son:

 

  1. La permanencia del CSA durante las obras, lo que supondría un parón de un mínimo de dos años de la actividad del centro. Ofrecimos fórmulas y comentamos ejemplos de ejecución del proyecto en que conviven actividades restauradoras con el uso.
  2. El gobierno descartó un proceso de participación pública en relación a los usos y cualquier tipo de diagnóstico territorial. Evidente nuestra oposición a este respecto. Los bienes comunes requieren de este ejercicio de debate público. A veces nos preguntamos de qué valen se firmen directivas europeas, documentos como Habitat III o recomendaciones como la del Paisaje Histórico Urbano de la UNESCO cuando se abordan lugares emblemáticos en nuestras urbes y la administración parece el mayor enemigo a cumplir lo defendido en sus propias agendas y políticas públicas.
  3. Entendía el ministerio que el Bien de Interés Cultura (BIC) que es el edificio no era objeto de reflexión del documento de licitación de obras que se ponía sobre la mesa. Se encuentra el inmueble bajo a una figura de protección legal incoada desde los años 70 y merecedora de una revisión profunda en clave de oportunidad sobre contenidos y valores culturales a considerar, más allá de su materialidad, en su inmaterialidad que llega hasta la contemporaneidad.
  4. Comenzaron a aparecer indicios de un gran derroche material asociado a las obras (por ejemplo sustituir todas las ventanas cuando se podrían restaurar) olvidando el criterio básico de mínima intervención es el que responde al cuidado de un BIC y del propio medioambiente.
  5. Lo peor: suponía el regalo de la planta segunda (con los espacios más privilegiados del edificio) a una fundación privada (Fontanals-Cisneros) para 10.000 metros cuadrados de museo en uno de los barrios con más superficie de exhibición “cultural” de Europa que está sometido a una gran vulnerabilidad asociada a un proceso de turistización muy rápido y virulento.

 

Por tanto, no se reconocía la propuesta de verdadera vanguardia que supone la continuidad del CSA: difundir las formas de vida en este barrio y en los centros sociales autogestionados como patrimonio inmaterial asociado al territorio, considerar al CSA y a sus redes de colaboración como un bien común urbano y no como la cesión de un espacio a ningún colectivo específico es la mejor garantía para conquistar el derecho al espacio en la ciudad para todas las personas.

 

Por todo ello, y a sabiendas de que el Museo Reina Sofía ha trasladado su negativa al último documento-borrador del plan de obras para el edificio, queremos decirle al gobierno, a todas las instituciones implicadas, a los centros sociales del estado, al barrio de Lavapiés y a la ciudad de Madrid que están invitadxs a sumarse con nosotrxs a un proceso de participación abierto para determinar el futuro de este edificio y este barrio que tanto amamos.

 

Lavapiés, primavera 2018

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